La perdiz pardilla está ampliamente distribuida y es común en la región paleártica, desde el norte de la Península Ibérica hasta Siberia central y el noroeste de China. Además se han realizado introducciones con éxito en algunas áreas de Norteamérica. En Europa se extiende desde los países escandinavos hasta el entorno mediterráneo de Italia, Grecia y los Balcanes.

La especie presenta ocho subespecies reconocidas, una de ellas, P. p. hispaniensis, endémica de la Península Ibérica.

En la Península Ibérica se encuentra la subespecie endémica hispaniensis, que se reparte únicamente por los macizos montañosos del tercio norte, donde presenta una distribución fragmentada y separada en tres núcleos principales: Pirineos, Sistema Ibérico occidental y Cordillera Cantábrica.

Para más información sobre su distribución territorial y otros datos de interés, consulta la ficha de la perdiz pardilla en el III Atlas de las aves en época de reproducción en España.

Es una especie residente, aunque realiza desplazamientos altitudinales en invierno, desde las cotas montañosas más altas hasta los fondos de valle.

La Lista Roja Europea de Aves 2021 aporta unos datos sobre el tamaño poblacional que abarcan entre 2,29 y 3,75 millones de ejemplares de perdiz pardilla en todo el continente europeo, con tendencia decreciente.

A nivel nacional, en el III Atlas de las aves en época de reproducción en España se barajan horquillas de entre 2.000 y 6.000 parejas nidificantes y de entre 5.000 a 10.000 ejemplares en invierno.

La perdiz pardilla en el resto de Europa es un ave de llanura. Sin embargo, en España se trata de una especie de alta montaña que ocupa zonas de matorral (brezales, aulagares, piornales…), en altitudes superiores a los 1.100 metros, aunque habitualmente por encima de 1.600. En estas áreas muestra claras preferencias por mosaicos de vegetación de matorral denso con claros de pastizal y pedreras, especialmente si incluyen una cierta carga ganadera.

Su dieta es fundamentalmente vegetariana, basada en el consumo de hojas, frutas, brotes y raíces de una amplia gama de plantas. Ocasionalmente consume insectos, sobre todo durante la alimentación de los pollos en las primeras semanas de vida.

La formación de las parejas tiene lugar entre febrero y marzo, aunque varía según la meteorología reinante. Es una especie monógama.

Las puestas tienen lugar a finales de abril y mayo, en un nido construido por la hembra, que consiste en una depresión en el suelo forrada por hojas y ramas, habitualmente al amparo de la vegetación arbustiva. La puesta oscila entre 7 y 20 huevos, de color marrón, raramente blancos, incubados por la hembra durante 23-25 días.

Los pollos, cuidados por ambos progenitores, son volanderos a los 10-15 días, si bien alcanzan el pleno desarrollo a los 100.

Fuera de la época de reproducción son aves muy gregarias y forman bandos integrados por una o varias familias.

La perdiz pardilla aparece clasificada como VU – Vulnerable en el Libro Rojo de las Aves de España 2021. Además, la población del sistema ibérico aparece como EN – En Peligro de Extinción en el Catálogo Nacional de Especies Amenazadas. La especie se ve sometida a procesos de fragmentación de su área de distribución y a extinciones locales en áreas de menor densidad, que generalmente corresponden a aquellas de menor altitud.

Las principales amenazas a las que se enfrenta son la pérdida del hábitat debida a los cambios en los sistemas de aprovechamiento agroganadero en áreas de montaña, las reforestaciones, la erosión, los incendios y el desarrollo de infraestructuras urbanísticas y de turismo de montaña. Otros factores que le presionan son la caza ilegal y el cambio climático, que contribuye a las extinciones en las áreas de menor altitud.

Como medidas a tener en cuenta para mitigar la situación de esta perdiz se proponen elaborar planes de recuperación y conservación en las comunidades con presencia de la especie, elaborar programas de manejo de matorrales y pastizales compatibles con sus necesidades, imponer una moratoria de reforestaciones por encima de los 1.500-1.800 metros de altitud, regular la construcción de infraestructuras a través de una adecuada evaluación de impacto ambiental, mantener las vedas de caza de la especie y la vigilancia contra el furtivismo, desarrollar estudios específicos y programas de seguimiento para conocer mejor la biología de la especie y sus dinámicas poblacionales y mantener un plantel de ejemplares en cautividad como precaución ante la necesidad de realizar reforzamientos poblacionales.