Recientemente investigadores del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC) han analizado si el fenotipo en edades juveniles puede suponer un freno en el dimorfismo sexual en la edad adulta. “En edades tempranas, cuando la presión por reproducirse no es todavía importante, la selección natural favorece la ocurrencia de fenotipos poco llamativos, más femeninos, lo que nos sugiere que, fuera de un contexto sexual, los fenotipos femeninos son adaptativos” contextualiza Isabel López Rull, investigadora del MNCN.

En muchas especies animales, incluidas las aves, machos y hembras muestran una apariencia o fenotipo externo diferente. Esto es debido a que los distintos intereses de cada sexo durante la reproducción promueven diferencias en atributos como el color del plumaje, el tamaño o el comportamiento. Esto es lo que se denomina conflicto sexual y tiene como resultado la divergencia de fenotipos entre sexos o dimorfismo sexual, consecuencia de la selección sexual, una fuerza selectiva que opera durante la reproducción.

Sin embargo, el mejor fenotipo para la reproducción no es siempre el mejor fenotipo para la supervivencia, y prueba de ello es que los juveniles de muchas especies son más parecidos a las hembras adultas que a los machos adultos.

 

El caso del cernícalo vulgar

Cernicalo vulgar Foto 1El cernícalo vulgar es una pequeña  ave rapaz sexualmente dimórfica. Los machos son más pequeños y grises mientras que las hembras son más grandes y marrones. En la fase adulta, los machos más pequeños y grises son más hábiles cazando y por lo tanto las hembras los prefieren, mientras que las hembras que pesan más son más fértiles.

“Se piensa que son estas diferentes estrategias de machos y hembras las que han generado un dimorfismo sexual en muchas especies de rapaces. Pero ¿qué hace que los machos no sean cada vez más pequeños?”, apunta Juan Antonio Fargallo, investigador del MNCN y coautor del estudio.

La respuesta está en la etapa juvenil. Al final de su vida en el nido, los pollos son parecidos a la hembra adulta, sin embargo ya presentan dimorfismo sexual siendo las hembras más grandes y marrones y los machos más pequeños y grises. Considerando conjuntamente las variables de coloración y tamaño de los pollos, este estudio muestra que en ambos sexos los individuos que poseen una apariencia más femenina sobreviven más, posiblemente porque al ser más grandes compiten mejor por los territorios de caza durante el invierno.

“Estas ventajas apuntan a que la supervivencia de los fenotipos más femeninos conduce a una selección en contra del menor tamaño de los machos lo que supone una limitación en la magnitud del dimorfismo sexual adulto”, apunta López-Rull y concluye que “es importante estudiar las variaciones de los caracteres fenotípicos en las diferentes etapas de la vida, ya que aún sabemos muy poco sobre cómo la selección actúa sobre los fenotipos juveniles”.

 

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