Los aparatos aéreos no tripulados, llamados comúnmente drones, cada vez se usan más en investigaciones de carácter ecológico, en particular para aproximarse a la fauna sensible en zonas poco accesibles. Se trata de artefactos que pueden resultar muy útiles para la ciencia pero cuyos efectos en la vida salvaje han sido escasamente evaluados. Precisamente, para averiguar hasta qué medida podrían causar daños o molestias a la avifauna, y por tanto, para comprender cómo podrían minimizarse estos impactos en caso de haberlos, un equipo de investigadores de la Universidad de Montpellier (Francia), Elisabeth Vas, Amélie Lescroël, Olivier Duriez, Guillaume Boguszewski y David Grémillet acaban de publicar un estudio en la revista Royal Society: Approaching birds with drones: first experiments and ethical guidelines (Aproximación a las aves con drones: primeros experimentos y gruía ética).

 

 

 

 

Los autores han analizado el impacto que ha tenido el color, la velocidad y el ángulo del vuelo de un dron sobre ánades azulones (Anas platyrhynchos) en semicautividad, flamencos comunes (Phoenicopterus roseus) y archibebes claros (Tringa nebularia) en estado salvaje en un humedal.
Para ello realizaron 204 aproximaciones de vuelo con un dron Phantom “cuadricóptero” es decir, impulsado por cuatro hélices horizontales (longitud diagonal de 350 mm, 1.030 gramos de peso, carga útil de 250 gramos y velocidad máxima de 15 m/s). Durante el 80% de los vuelos se pudo observar que el dron no afectaba las aves hasta los 4 metros de distancia, algo sorprendente teniendo en cuenta la sensibilidad de los flamencos y los archibebes a las molestias humanas. La velocidad de aproximación, el color y la repetición de los vuelos no tuvieron impacto en la conducta de las aves, aunque reaccionaron más con la aproximación de drones en vertical, posiblemente, según los autores, “porque las aves lo asociaban a ataques de depredadores”. Ante estas conclusiones, los autores recomiendan acercar estos artefactos no más cerca de de 100 metros de las aves y ajustandos de manera distinta según las especies. En el vídeo de arriba se reproducen algunos ejemplos de acercamiento a flamencos con drones realizados en este estudio.

 

 

Plan de vuelo de aproximación a las especies estudiadas con el dron. Este  ascendio primero a 30 metros y después se desplazó a velocidad de 2–4–6 y 8 m s−1 hacia las aves en ángulos  20°, 30°, 60° y 90°. Se utilizaron drones de tres colores (blanco, negro y azul) .

Plan de vuelo de aproximación a las especies estudiadas con el dron. El aparato ascendio primero a 30 metros y después se desplazó a velocidad de 2, 4, 6 y 8 metros por segundo hacia las aves en ángulos 20°, 30°, 60° y 90°. Se utilizaron drones de tres colores (blanco, negro y azul) .

 

 

“Nuestro trabajo es el primer paso hacia el uso racional en drones para investigar la fauna silvestre, pero deberían hacerse más estudios para valorar el impacto de diferentes drones en otros taxones y para conocer los indicadores fisiológicos de estrés en animales expuestos a los mismos de acuerdo con tamaños de grupos y estatus reproductivo”, explican los autores, conscientes de que el uso de estos aparatos de vuelo son algo novedoso y que llevará un tiempo conocer en profundidad tanto el alcance de sus aplicaciones para la ciencia como sus consecuencias sobre la fauna.

 

 

Antesala para una guía ética
Así como en numerosos países las regulaciones de tráfico aéreo establecen un estricto control del uso de drones, no existen, en cambio, códigos éticos sobre los potenciales impactos de estos aparatos en relación con el bienestar animal. Por tanto, según los autores, “este trabajo pretende ser la primera aproximación para crear un código de conducta de drones que asegure que no se daña ni molesta a la fauna silvestre”.

 

Ejemplo de dron de caracteristicas similares al utilizado en el estudio ©welcomia-shutterstock

Ejemplo de dron de caracteristicas similares al utilizado en el estudio ©welcomia-shutterstock

Más aún, estos resultados sugieren que el uso respetuoso de drones puede utilizarse en la ornitología para realizar censos de poblaciones de aves, medición de variables bióticas o abióticas y registros sobre conducta en aves. Estas aplicaciones podrían utilizarse especialmente en lugares de difícil acceso como montañas o amplios humedales, caso del presente estudio.
Sin embargo, los autores ya avisan de que hay que ser cuidadosos con su uso en la investigación de la fauna salvaje. En este sentido recomiendan mantener los drones más allá de 100 metros de las aves, no realizar acercamientos verticales y ajustar la distancia de aproximación según las especies. También reconocen que a su investigación deberían seguirla otros estudios de impacto de diferentes tipos de drones (distinto tamaño y niveles de ruido) sobre una larga lista de especies aviares. De hecho, las tres especies estudiadas se alimentan de plantas y/o vertebrados, y resulta esencial conocer también las reacciones de especies omnívoras y predadoras ante la presencia de los drones. De hecho, existen vídeos en Internet que demuestran que las aves de presa tienden a atacar drones, algo también posible para córvidos y láridos. Asimismo, los autores explican que también debería estudiarse la incidencia de estos dispositivos de vuelo en bandadas de aves y considerando su estatus reproductivo (no reproducción, incubación y cría).
“Aunque no se registraron cambios en la conducta de las aves en la mayoría de las aproximaciones, esto no significa que no puedan causarles estrés”, matizan los autores, muy concienciados con la implicaciones éticas del uso de estos aparatos. Por ello, recomiendan que se hagan estudios que comparen la respuesta de ciertos parámetros fisiológicos realizando censos con drones y con otras técnicas, como por ejemplo con personas a pie de campo, para valorar la eficacia de ambos y conocer cual causa mayor estrés en las aves.

 

 

 

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