Jared Diamond (Boston, 1937) es un pensador inclasificable, un ornitólogo y un divulgador de la historia y el medio ambiente en cuyo trabajo participan por igual las ciencias naturales y sociales. En su obra se alían la biología, la ecología, la antropología, la lingüística o la microbiología para investigar el pasado y entender el presente. Su carrera ha derivado hacia la geografía y la divulgación de la historia ambiental con libros como Colapso y Armas, gérmenes y acero, ganador del Pulitzer. 

 

Jared Diamond, en Madrid, con la guía 100 birds, 100 reasons to visit Spain de SEO/BirdLife. Autor: Pedro Cáceres

Jared Diamond, en Madrid, con la guía 100 birds, 100 reasons to visit Spain de SEO/BirdLife. Autor: Pedro Cáceres

 

ENTREVISTA – Por Pedro Cáceres y Jorge F. Orueta

 

Aunque ha sido fisiólogo y durante décadas ha investigado sobre células y membranas, Jared Diamond ha brillado en la ornitología y la ecología: ha realizado estudios de campo en Nueva Guinea y el Pacífico desde los años 60 y ha publicado papers en revistas como PNAS (Biogeographic Kinetics: Estimation of Relaxation Times for Avifaunas of Southwest Pacific Islands, 1972) y Science (Distributional Ecology of New Guinea Birds, 1973) sobre las aves del Indo-Pacífico y la biogeografía en islas. Para ampliar el perfil académico de este singular autor, su carrera final ha derivado hacia la divulgación y la historia ambiental, y su ocupación final, una vez cerrado su laboratorio de fisiología, es la de profesor de Geografía en la Universidad de California en Los Ángeles.

Jared Diamond ha visitado Madrid recientemente para presentar su última obra, El mundo hasta ayer (Editorial Debate, 2013), una descripción de las culturas indígenas que ha conocido y una reflexión sobre los saberes que el mundo occidentalizado podría aprender de ellas. Una delegación de SEO/BirdLife, formada por Pedro Cáceres, del área de Comunicación, y Jorge F. Orueta, del Área Internacional, se reunió con él para hablar sobre su último libro y la afición por las aves.

EC923567

Inmerso en la clásica gira promocional de un libro, con entrevistas concertadas con periodistas de todo tipo de medios, Diamond agradeció el encuentro con ‘pajareros’ y dedicó tiempo a ojear algunos de los obsequios que le llevamos, como el cartel Rapaces Diurnas de la Península Ibérica y nuestra miniguía en inglés editada este verano, 100 birds, 100 reasons to visit Spain.

«Algunas de estas rapaces pude verlas en mi primera visita a España, a principios de los años 70, cuando pasé algunos días de vacaciones en Doñana», comenta viendo el cartel. No obstante, cuando le preguntamos cuál de las aves españolas le llama más la atención, no tarda en destacar una, señalándola en nuestra guía y diciendo que fue la que más le gustó conocer en los años 70: ¡El rabilargo! «Me fascina su aspecto y su extraño rango de distribución, que es uno de los más raros que se conoce, con poblaciones en la Península Ibérica y otras en el extremo de Asia», dice Diamond, mientras comentamos con él el resultado de los últimos estudios genéticos que indican que son poblaciones distintas y separadas al menos hace un millón de años, lo que debilita la creencia de que habían sido los marineros portugueses y españoles los que propiciaron un movimiento de la especie entre Asia y Europa.

Como en el caso del rabilargo, al que se refiere como Cyanopica cyanus, Diamond emplea siempre el nombre científico de la especie o del género para hablar de cualquier ave y evitar las confusiones durante la conversación en inglés. De vez en cuando desliza alguna palabra en nuestro idioma y bien pronunciada, pero dice que en realidad ha perdido su dominio del español. Diamond, es un apasionado de las lenguas, algo que aprendió de su madre, que era profesora y lingüista. El autor de El mundo hasta ayer aprendió latín y griego en la escuela y después ha sumado 10  lenguas más, algunas de ellas de pueblos indígenas. Sin embargo dice que el último idioma que ha adquirido, ya a edad tardía, el italiano, le ha hecho olvidar el español.

 

JARED DIAMOND SEGÚN ÉL MISMO

Divido mi carrera profesional entre cuatro áreas: enseñando Geografía en UCLA University; haciendo trabajo de campo sobre las aves de Nueva Guinea y otras islas del Pacífico sur; escribiendo libros sobre sociedades humanas con la idea de hacer divulgación para el gran público; y promoviendo políticas de sostenibilidad ambiental como parte de la dirección de organizaciones internacionales de conservación como el World Wildlife Fund y Conservation International. También llevé a cabo una carrera paralela de laboratorio investigando en fisiología y biofísica de membranas en la Escuela de Medicina de UCLA. Mis actividades no profesionales incluyen pasar tiempo con mi mujer, mis hijos y mis amigos, observar aves junto a mi casa en Los Ángeles, tocar el piano y música de cámara y leer y hablar otros idiomas. 

 

 

PREGUNTA.-  En sus trabajos mezcla usted todo tipo de saberes, desde la microbiología a la historia, pero las aves siempre están presentes, ¿Cuándo comenzó su interés por ellas?

RESPUESTA.- Desde el primer momento. Me interesé por primera vez por las aves cuando tenía siete años de edad y de una manera bastante tonta. Estaba mirando por la ventana de la casa de mis padres en Boston [médico él y profesora de lengua y música ella] y sobre la hierba del jardín vi un grupo de pájaros marrones. Mis padres tenían una guía de aves en casa, así que la abrí para buscarlos. Tras estudiarlo bien decidí que eran gorriones americanos… Luego resultó que en realidad eran gorriones europeos, con lo cual tengo que admitir que mi primera identificación de especies fue una identificación errónea. Luego seguí observando aves durante el Instituto y compartiendo la afición con uno de mis mejores amigos, que era un gran aficionado. Después, entré en la Universidad y viví en Europa durante cuatro años acabando mis estudios de fisiología. Cuando volví a EEUU, me reuní en Boston con mi viejo amigo John, con el que había compartido desde niño la afición por las aves y preparamos un viaje para pasar el verano en Perú y en el Amazonas. En el Amazonas hay muy pocas cosas que hacer, salvo ver aves, así que disfrutamos mucho y volvimos de allí con dos papers científicos que publicamos.

P.- Es curioso que empezara usted viajando al Amazonas, porque después toda su carrera la ha realizado en el extremo opuesto, en Nueva Guinea. ¿Cómo empezó su relación con esa parte del mundo?

R.- Fue muy poco después. Volvimos muy satisfechos del Amazonas y queríamos más aventuras. De manera que planeamos ir a Nueva Guinea. Influyó en ello el hecho que un amigo de mi padre fuera el famoso biólogo evolutivo Ernst Mayr [Alemania, 1904-EEUU, 2005] cuya especialidad eran las aves de Nueva Guinea y que había realizado una expedición allí de dos años de duración en la década de los 30. Mayr nos aconsejó estudiar allí, de manera que John y yo fuimos en 1964 y fue estupendo. Nos entusiasmó y he estado enganchado desde entonces.

 

 

Jared Diamond en una de sus expediciones a Nueva Guinea

Jared Diamond en una de sus expediciones a Nueva Guinea.

 

 P.- ¿Cómo ha mantenido usted su vinculación con Nueva Guinea?

R.- He estado volviendo allí continuamente. En realidad, he tenido dos carreras profesionales a la vez. Por una parte, mi título de doctor era en Fisiología y tenía un trabajo de laboratorio, pero al mismo tiempo me dedicaba al estudio de las aves. De hecho, entregaba más tiempo a la ornitología que a las fisiología. Después, a través de las aves empecé a estar interesado en aspectos de historia y geografía, que empezaron a convertirse en la materia de mis libros. De manera que, en 2002 cerré mi laboratorio de fisiología y continué estudiando las aves. Sigo yendo a Nueva Guinea todos los años o cada año y medio y sigo haciendo exploraciones allí para aprender más sobre ellas.

P.- ¿Hasta qué punto influye su interés por las aves en su vida diaria?

R.- Cuando estoy en mi hogar en Los Ángeles (California) me levanto todos los días hacia las seis de la mañana y me doy un paseo de tres kilómetros partiendo de mi casa y observando aves. Es increíble la cantidad de ellas que he visto desde que me instalé en 1976. De hecho, tengo una lista de las especies que he visto junto a mi casa en todo ese tiempo y asciende a 149 especies. Es un número muy alto si se tiene en cuenta que es sólo aquello que veo en tres kilómetros a la redonda.

P.- ¿Entonces sigue usted la costumbre de hacer listas? ¿Hace usted muchas?

R.- Oh, sí, sí… desde luego que hago listas de aves. Y también las recuerdo mentalmente. Por ejemplo, cuando estoy empezando a caer dormido por las noches voy repasando en mi cabeza esa lista de las 149 especies que he visto alrededor de mi casa. Y he hecho más listas. Por ejemplo, cuando Ernst Mayr y yo escribimos un libro sobre las aves de las islas Salomon y las Bismarck, cercanas a Nueva Guinea, completamos una lista de 195 especies. Cuando me duermo también repaso mentalmente esa lista. Sí, desde luego, hago listas de aves, no hay quien lo niegue. 

Portada del libro The birds of northern Melanesya, por Myer y Diamond

Portada del libro The birds of northern Melanesia, por Ernst Myer y Jared Diamond

P.- ¿Cuántas especies de aves ha visto a lo largo de su vida, miles de ellas?

R.- Ah, vaya, justamente esa es una lista que no hago. Nunca he llevado una lista de todas las especies de aves que he visto en mi vida. No se me podría definir como lo que en Gran Bretaña llaman un twitcher. No hago la lista de todas las aves de mi vida ni de todas las aves de Nueva Guinea tampoco. Pero sí hago listas como la de las aves que hay junto a mi casa.

P.- ¿Hay alguna especie que le gustaría ver y que todavía no ha visto?

R.- No, no mucho, la verdad. No tengo esas inquietudes. En Nueva Guinea no estoy interesado en localizar una determinada especie, por ejemplo, o una especie nueva. En lo que yo estoy trabajando es en la comunidad ecológica y en la biogeografía. Hay que tener en cuenta que en los trópicos las aves no migran. Nueva Guinea es una gran isla con altas montañas y rangos altitudinales muy amplios. Las aves de Nueva Guinea apenas se desplazan y están más aisladas unas de otras que en las montañas de Europa, un proceso similar de aislamiento al que ocurre en las islas, pero en este caso entre unas montañas y otras. De manera que cuando llegas a una nueva cordillera es excitante averiguar las que te vas a encontrar y las que no. Cuando voy a Nueva Guinea estoy interesado en estudiar toda la comunidad de aves, en saber qué aves hay en una zona y cuáles no hay. Saber si es por competencia, por la altitud o por cualquier otra razón. Más que buscar especies estoy interesado en saber por qué las aves no están en lugares donde esperaba que estuvieran.

 

Ecorregiones de la isla de Nueva Guinea

Ecorregiones de la isla de Nueva Guinea

 

P.- En trabajos suyos de hace 30 años hizo usted una lista de las principales causas de extinción de especies de aves. Lo que usted describió como cuatro jinetes del apocalipsis eran la destrucción y fragmentación de los hábitats; la expansión de especies exóticas invasoras; la persecución directa, eliminación y sobreexplotación de especies silvestres y las extinciones en cadena debidas a los cambios en los ecosistemas. ¿Sigue considerando que éstos son los problemas ahora?  

R.-  ¡Madre mía! Ahora empezaría por el principio otra vez. No creo que valga ahora aquello que hice. Las amenazas para las aves son diferentes según el lugar. Por ejemplo, en Nueva Zelanda se trata de las especies introducidas, mamíferos particularmente, porque las aves de Nueva Zelanda prosperaban en ausencia de mamíferos. Sólo había tres mamíferos nativos y eran tres murciélagos que no suponían problema alguno. Pero cuando los polinesios llegaron metieron ratas y acabaron con la mitad de las especies de aves que había. Después arribaron los europeos, que trajeron mustélidos y gatos además de las ratas europeas, con lo que acabaron con la mitad de las aves que quedaban.

 

Ilustración que muestra a un  maorí de Nueva Zelanda cazando moas, el gran ave de especie no voladora natura de las islas y extinguida por el hombre en época histórica

Ilustración que muestra a un maorí de Nueva Zelanda cazando moas, el gran ave no voladora endémica de esas islas y extinguida por el hombre en época histórica

 

En otras islas del Pacífico, por ejemplo, el problema de especies invasoras no son los mamíferos, sino los reptiles, como ocurre en la isla de Guam con una serpiente introducida. El asunto de la introducción de especies está en todos lados. En EEUU sólo había una especie de cotorra, que habitaba en el Este, la cotorra de Carolina (Conuropsis carolinensis), que fue exterminada. Pero ahora, a cambio, en Los Angeles tenemos unas 22 especies de loros establecidas. De esas 149 especies que yo observo al lado de mi casa, por ejemplo, dos de ellas son cotorras introducidas. También hemos introducido eucaliptos, que se trajeron para producir madera, pero resulta que no era la especie adecuada. Esos eucaliptos no rinden y, además, la especie que tenemos libera al suelo productos químicos que impiden el crecimiento de otros vegetales.

 

Cotorra de Carolina, extinguida en EEUU.

Cotorra de Carolina, Conuropsis carolinensis  extinguida en EEUU.

 

P.- ¿Cuáles son los problemas de conservación en Nueva Guinea, también las especies introducidas?

R.- En Nueva Guinea, no son las especies introducidas el principal problema, sino la alteración de los hábitats por la agricultura. Hay que tener en cuenta que las aves de Nueva Guinea son en su mayoría especies de bosque y cuando aclaras el bosque no pueden vivir en ambientes modificados. El cambio climático está empezando a ser también un problema, especialmente en las montañas. En algunas de ellas, que tienen hasta 5.000 metros de altura, hay algunas aves que sólo viven en unos cientos de metros cerca de la cima. Con el calentamiento global tienen que subir ladera arriba para conservar las condiciones que necesitan, pero llega un momento en el que no pueden ir más arriba, porque ya lo están, así que por decirlo de alguna manera, se extinguen allí, se caen por arriba de lo alto de la montaña. Y una amenaza muy importante en Nueva Guinea es la caza. Los habitantes de Nueva Guinea han estado cazando allí durante 46.000 años, pero ahora tienen armas de fuego. En estos momentos, en los 20 o 30 kilómetros que hay alrededor de cualquier población de la isla es difícil encontrar aves, especialmente las grandes, como palomas, cálaos [Bucerotidae], casuarios y ciertas especies de loros, especialmente las grandes, como una especie de color negro y rojo llamado Psittrichas fulgidus.

 

Ejemplar en vuelo de una perseguida especie de loro de Nueva Guinea, 'Psittrichas fulgidus'. Autor: Mehdhalaouate

Ejemplar en vuelo de una perseguida especie de loro de Nueva Guinea, Psittrichas fulgidus. Autor: Mehdhalaouate

 

P.- En España también tenemos algunos problemas de caza. Este año, por ejemplo, la administración del gobierno regional de Valencia se ha empeñado en permitir el uso de trampas de pegamento con la excusa de que servirían para hacer un estudio científico de aves. ¿Qué opina sobre ello?

R.- Es notorio y conocido el uso de trampas con pegamento en el Mediterráneo, en Chipre, por ejemplo, pero también en Nueva Guinea para capturar loros y cotorras, algunos de los cuáles pueden llegar a valer 60.000 dólares en Estados Unidos, como es el caso de Eclectus roratus.

 

Eclectus_roratus Doug Janson

Ejemplares de Eclectus roratus (verde, macho, hembra, rojo) un loro de Nueva Guinea cuyos ejemplares llegan a venderse por decenas de miles de dólares. Autor: Doug Janson

 

P.- El caso es que allí los cazan por una necesidad de dinero, pero aquí es gente acomodada quien lo hace, por diversión o por costumbre. Además, aunque es ilegal, el Gobierno concede unas licencias que llaman científicas.

R.- Esa justificación es la misma que usan los japoneses para cazar ballenas Es un mal ejemplo para el resto de países que se practique algo así. La conservación de la naturaleza nos concierne a todos. Es curioso hacer notar que cuando Malta quería entrar en la Unión Europea uno de los obstáculos con los que se encontró era la oposición de los estados europeos a la caza de aves que se practica allí.

P.- En sus libros reflexiona usted sobre cómo el modo que tienen las sociedades de afrontar los retos ambientales determina el éxito o el fracaso de esas sociedades. ¿Hemos aprendido la lección de lo que pasó en la isla de Pascua, como usted narraba en Colapso?

 

Portada del libro Colapso, de Jared Diamond (Debate, 2006)

Portada del libro Colapso, de Jared Diamond (Debate, 20

R.- A veces sí y a veces no. Hay buenas y malas noticias. Las buenas noticias es que, sorprendentemente para mí, hay ahora muchas compañías que hace 15 años no se preocupaban por el medio ambiente y que ahora se están tomando muy seriamente esos asuntos y están disminuyendo el impacto de su actividad o velando para que sea más sostenible. En primer lugar por propio interés, porque reducir su gasto energético o asegurarse de que van a poder seguir utilizando recursos a largo plazo es fundamental para ellos.

 

P.- ¿Quizá hay que dejar de decir que estamos salvando el medio ambiente o que estamos salvando el medio ambiente porque sí y hay que empezar a decir a la gente que estamos cuidando su bolsillo, su seguridad y su futuro?

 

R.- En las dos asociaciones a cuyos consejos de dirección pertenezco, WWF en EEUU y Conservation International, hemos tenido exactamente esa discusión justo ahora. Conservation International se enfocaba en la biodiversidad, y hace cinco años hizo un gran cambio y afirmó que de lo que se preocupa es del bienestar humano. Nos preocupamos por la biodiversidad no porque amemos a las ranas, sino porque las ranas y las abejas y los peces son importantes para el género humano. Hemos tenido la misma discusión en el consejo de WWF. ¿Debería WWF en EEUU preocuparse por la naturaleza por sí misma o deberíamos hablar de la naturaleza porque es importante para las personas?

P.- Bueno, es exactamente lo que dice nuestro slogan en BirdLife International, una alianza por la naturaleza y las personas [Partnership for Nature and People].

R.- Nosotros en WWF vamos a tomar ese eslogan y en Conservation International dirán alianza por las personas. No se puede separar lo uno de lo otro. Mi preocupación y la de muchas ONG de conservación es el bienestar humano. Podemos decir que nos gusta la naturaleza por sí misma, desde luego, pero está claro que, además, la defendemos porque es esencial para nuestro bienestar y supervivencia. Necesitamos aves y insectos, necesitamos agua limpia y aire limpio y polinizadores y biodiversidad para poder vivir. 

 

Ejemplar de casuario de Nueva Guinea

Ejemplar de casuario de Nueva Guinea

 

P.- Nosotros en SEO/BirdLife insistimos siempre en esa idea: amamos las aves por muchas cosas, porque son bellas y están en todos lados, pero también porque son indicadores de la calidad del medio ambiente y del bienestar.

R.- Bien, claro, desde luego. ¿Son las aves importantes? Mucho y por muchos motivos. Son indicadores de la calidad de los ecosistemas y nos prestan grandes servicios. Comen insectos, y basta recordar lo que pasó en China, cuando hace 25 años un gobernante decidió declarar a los gorriones como dañinos y forzó a su exterminio en las ciudades. Se encontraron con grandes plagas de insectos. También dispersan semillas y cumplen importantes funciones en los ecosistemas. El declive de los cálaos en Asia o de los tucanes en América, aves comedoras de frutas de gran tamaño, está provocando que algunos de los árboles que dispersaban estén declinando también. Hay individuos de varios metros de alto, pero no hay retoños.

P.- ¿Puede imaginar usted un mundo sin aves?

R.- Pues no, sería un bosque silencioso, un mundo silencioso. Pero eso es por desgracia lo que está pasando en algunos lugares, como la isla de Guam, donde las especies invasoras han exterminado las aves locales.

 

Jared Diamond, navegando por un río en Nueva Guinea

Jared Diamond, navegando por un río en Nueva Guinea

 

P.- ¿Cómo clasificaría el tipo de trabajo que hace en libros como Armas, gérmenes y acero o Colapso? ¿Es historia? ¿Geografía? ¿Historia ecológica?

R.-  Tenemos una palabra inglesa, pigeon hole (agujero de paloma), que es algo así como un agujero pequeño donde pones algo, para describir a los expertos demasiado especializados, a los que se llama pigeon hole scholars. Se puede ser historiador pero no se puede ser geógrafo a la vez; se puede ser economista pero no sociólogo también; se puede ser antropólogo, pero entonces no puedes incluir la historia. Yo no quiero estar metido en un agujero de paloma. Es muy común entre los historiadores encasillarse o superespecializarse ellos mismos. Bromeaba hace poco sobre eso con un historiador amigo mío que me decía: «Mi especialidad es la historia del siglo XVIII en Francia pero mi enfoque es bastante amplio porque además también me interesa el siglo XVII … [risas]. Yo no me definiría como nada concreto o como geógrafo. Desde luego, trabajo y doy clases en el departamento de Geografía, pero uso la geografía cuando es útil, uso la ciencia política cuando es útil, uso la antropología cuando hace falta y uso la microbiología cuando es oportuna, y esta última por ejemplo fue importante en Armas, gérmenes y acero, un libro donde estudié el contacto entre civilizaciones y entre el viejo continente y donde incluí capítulos enteros sobre microbiología. Es lógico que fuera así, porque el 90% de los indígenas americanos que murieron tras el contacto con los europeos lo hicieron debido a las enfermedades, no por las armas. 

Unknown

P.- Es conocida su preocupación por el medio ambiente pero en su último libro eleva su preocupación también hacia la biodiversidad humana. ¿Le preocupa la situación en la que está?

R.- Desde luego que sí. En tiempos modernos había 7.000 lenguas distintas en el mundo y muchas se están perdiendo y con ellas las culturas que las hablaban, muchas extinguidas. Cuando los europeos llegaron a América había 184 lenguas habladas por las tribus y de ellas debe haber una cuarta parte desaparecidas. Lo grave, además, es que muchas son sólo habladas por mayores, no por niños, lo que significa que también desaparecerán en breve. Y con ellas se va una larga historia de conocimiento y adaptación a circustancias particulares que perdemos para siempre.

 

UN PIONERO DE LA LA HISTORIA AMBIENTAL 

Libros como Armas, gérmenes y acero (1997) con el que ganó el Pulitzer, y Colapso (2006), ambos traducidos en España por Debate, han sido un éxito de ventas y han introducido al gran público en lo que se clasifica como environmental history (historia ecológica), es decir, un estudio de la historia de la Humanidad que incluye el medio ambiente como actor fundamental. Diamond ha estudiado y comparado la evolución de civilizaciones y culturas considerando en qué medida ha marcado su éxito y fracaso el entorno ambiental en el que crecieron y la forma que tuvieron de manejarlo. El colapso de la cultura de la isla de Pascua, fracasada por el agotamiento de sus recursos, o la larga historia de supervivencia de los esquimales en un medio hostil son ejemplos contrapuestos de los cientos que maneja en sus obras. 

 

P.- Su último libro es un reivindicación de las sociedades tradicionales, pero sin embargo ha sido criticado por organismos como Survival International, alegando que ofrece usted una imagen belicosa de los pueblos indígenas. Usted dice que algunos de ellos están inmersos en un ciclo de guerra crónico, mientras que los estados centralizados tienden a evitar eso. Survival afirma que usted no ha incidido mucho en cómo los estados actuales pisotean los derechos de los indígenas y exterminan a muchos de ellos.

R.- O sí, nosotros en los EEUU, desgraciadamente, hicimos ese exterminio de una manera muy exitosa con mucho tribus de nativos americanos. La realidad es que los estados centralizados pueden hacer la guerra muy bien, como ustedes en España saben por lo que pasó hace 70 años; pero los estados también pueden hacer la  paz. En 1939 la guerra terminó y, aunque es sabido que después de 1939 se siguió persiguiendo a personas, la verdad es que España no ha habido una guerra desde 1939. Sin embargo, en ausencia de un estado centralizado, en Nueva Guinea o en el Amazonas la guerra entre clanes es crónica. Desgraciadamente, la gente de Survival International quiere vivir en una ficción, la ficción de que la gente tradicional es pacífica, pero no lo es.

P.- Es una lástima esa polémica, porque cuando se lee su libro se descubre que es una bellísima defensa del valor de las culturas tradicionales. Usted señala muchas cosas que podemos aprender de ellos. ¿Cuál es para usted la más importante.

R.- Pues la respuesta es que de las sociedades tradicionales tenemos que aprender que no se puede querer aprender una sola cosa. Bueno, bromas aparte, podemos aprender muchas. Una es cómo educar y criar a los hijos, y mi mujer y yo hemos tomado mucho prestado de lo que he visto en Nueva Guinea. Otra cuestión esencial es cómo habérselas con el riesgo y el peligro, algo importante para nosotros, los estadounidenses, que tenemos una sociedad que vive en un estado de miedo constante por asuntos como el terrorismo. Créame, yo tengo más precaución con caerme en la ducha, en la acera o en la escalera, que según las estadísticas es el motivo de más muertes y discapacidad que tenemos las personas mayores en Occidente. La cosa más peligrosa que yo hago todos los días es ducharme, de verdad. Y las cultura tradicionales saben bien interpretar claramente cuáles son las cosas peligrosas a las que se enfrentan cada día.

 

Jared Diamond en una de sus expediciones a Nueva Guinea

Jared Diamond en una de sus expediciones a Nueva Guinea.

 

P.- Otra cuestión a la que dedica mucho tiempo en su libro es al sentido de la justicia en las culturas tradicionales.

R.- Sí, así es. Su sentido de la justicia es amplio, porque además de resolver el conflicto lo que pretenden además es restaurar la relación. La gente va a seguir conviviendo largo tiempo en un entorno reducido y es necesario sanar la relación para que la convivencia se mantenga. Tienen un sistema de justicia que se preocupa de la gente y no solo de las reglas y el castigo. En EEUU no es así. El sistema de justicia en EEUU no trata de restaurar las buenas relaciones sino de hacer cumplir la ley y las normas. En EEUU, en caso de divorcio, el juez no se preocupa de que esa pareja vaya a poder volver a verse de forma normal en el futuro. Otra cosa importante que hacen las culturas tradicionales, es decir, algunas de ellas, porque en mi libro dejo claro que no todas aciertan siempre en todas las cosas, desde luego, es dar sentido a la gente mayor y encontrar el modo de que se sientan activos y útiles en la edad avanzada. En EEUU es común forzar a la gente a retirarse al llegar a cierta edad, tanto si quieren como si no. Y eso es muy malo para la persona y también para el país, al que se priva de gente de valía. Y otra cuestión sobre la que podemos aprender mucho es sobre cómo las culturas tradicionales saben mantener la salud y evitar males tan extendidos en Occidente como los problemas coronarios, la obesidad y la diabetes, y lo consiguen gracias a una dieta sana y un ejercicio regular que practican. Es difícil encontrar gente con estas enfermedades entre las personas de Nueva Guinea que viven de forma tradicional

P.- Sorprendentemente, no dice nada usted sobre la relación con el medio ambiente, cuando lo normal es que se valore la buena armonía con la naturaleza en la que viven las sociedades tradicionales, los indígenas.

R.- Las personas indígenas son personas. Tienen falllos y tienen conflictos de interés. Los indígenas pueden caer en la sobreexplotación de los ecosistemas, ser víctimas de la tragedia de lo común, desarrollar nuevas tecnologías dañinas y usar dinamita para explotar los corales, como pasa en Nueva Guinea e Indonesia. La visión de los occidentales -europeos, americanos, japoneses- sobre las culturas tradicionales se mueve entre dos extremos: son primitivos, bárbaros y tienen que ser aniquilados o apartados para conquistar y tomar de su territorio o lo que haga falta o, por el contrario, son ejemplos de armonía con la naturaleza que aman los árboles y nunca cometen errores ecológicos. Pero es que no puede ser. Es muy difícil para un científico ecólogo no cometer nunca un error ecológico cuando maneja un hábitat. Y también para la gente de Nueva Guinea es muy difícil no equivocarse nunca. La realidad es que las personas indígenas son personas, nada más. No son ni ambientalistas abrazaárboles ni bárbaros que haya que exterminar.

 

 

EL MUNDO HASTA AYER

 El mundo hasta ayer.

¿Qué podemos aprender de las sociedades tradicionales?

Jared Diamond

Editorial Debate

Madrid, 2013

592 páginas

24 euros

 

 

El mundo hasta ayer ofrece un estudio comparado de los pueblos tradicionales con los que ha convivido Jared Diamond desde que empezó a explorar Nueva Guinea en los años 60. Diamond recuerda que, en términos evolutivos, no fue hasta ayer mismo cuando la humanidad dio el salto desde el estado de cazadores-recolectores que tuvimos durante decenas de miles de años hasta el momento civilizatorio actual. Es un análisis del pasado de la humanidad y de las diferencias frente a la vida moderna y del que extrae una conclusión: hay mucho que tenemos que aprender de los pueblos llamados indígenas, que aciertan en muchas cosas. Quizá no todos a la vez y en todas las áreas, pero sí como conjunto. Cada cultura es un experimento distinto de adaptación a los retos de la existencia y en algunas de ellas podemos encontrar brillantes ideas y pautas de conducta que nos serían útiles.

 Damos por descontadas las características de la sociedad moderna, desde los viajes en avión y las telecomunicaciones a la alfabetización y la obesidad. Sin embargo, durante la casi totalidad de los seis millones de años de su existencia, la humanidad se las ha arreglado sin esta clase de adelantos. Aunque la brecha que nos separa de nuestros ancestros primitivos parece inabarcable, podemos examinar parte de nuestra antigua forma de vida en ciertas sociedades tradicionales que todavía hoy existen o existían hasta hace poco. Sociedades como las del altiplano de Nueva Guinea nos recuerdan que fue solo ayer (en términos evolutivos) cuando todo cambió y que aún poseemos cuerpos y costumbres sociales mejor adaptadas a las condiciones tradicionales que a las modernas. 

 

El loro de Humboldt, por Jorge F. Orueta 

 

 

Comparte